Somos invitados al Banquete cada día. Con la noche termina un día, pero con el amanecer empieza otro. Así vamos recorriendo el camino de nuestra vida. Y cada día es una lucha entre la renuncia y la aceptado. Porque hay muchas tentaciones que se nos presentan cada día y que nuestro corazón detecta que son malas, posesivas y egoístas. En él están escrita las buenas y las malas, y sabemos diferenciar lo bueno de lo malo, o en su lugar, discernir y preguntar.
Posiblemente, algunas veces tendremos dudas, pero otros podrán sacarnos de ellas. El discernimiento nos ayuda a distinguir lo bueno de lo malo, y la oración nos ayuda a aclararnos. El Espíritu Santo nos asiste y nos va aclarando el camino. Lo que si es cierto es que tú y yo sabemos cuando el camino se llena de piedras y no nos deja avanzar. Necesitamos limpiarlo y renunciar a todas esas comodidades y egoísmos que nos tientan con sentarnos y pararnos.
Debemos saber medir nuestras fuerzas y cuando apartarnos o desviarnos de los peligros que amenazan con distraernos y hasta confundirnos. Pero, sobre todo, no dejar nunca la poderosa arma de la oración, ella nos hace fuerte y nos llena de luz y sabiduría para discernir bien y saber la medida de nuestras fuerzas. Luego, la voluntad, otra de las grandes virtudes que tenemos, nos libera de seguir ese camino peligroso y optar por el verdadero y auténtico que es Xto. Jesús.
Él es nuestra Referencia y nuestra Salvación. Repetidas veces nos ha llamado e invitado y nos ha dicho que Él es el Camino, la Verdad y la Vida. Pues, no perdamos ni un instante de pedir fuerza y voluntad para renunciar a todo aquello que el mundo nos presenta como excusa y justificación para seguir sus pasos, y seamos firmes y dispuestos a no perderlo nunca de vista.
Él debe ser nuestra prioridad en todo, incluso antes que nuestra vida, porque, Él es realmente la Vida, y sin Él estamos muertos. Pidamos ser fuertes para renunciar a todo aquello que nos separa de Él. Amén.
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