No es que esté descontento con mi corazón, Señor, pero, consciente de que deja mucho que desear, quiero mejorarlo. Lo acepto tal como es, pero quiero esforzarme en hacerlo lo más parecido al Tuyo, Señor. Porque, mi corazón, no es lo suficientemente humilde para quedarse en los últimos puestos, sino que busca los primeros puestos, a pesar de que yo me resisto y lucho para que no sea así.
Sin embargo, experimento que no lo consigo, al menos como a mí me gustaría. Ya Pablo lo decía -Rm 7, 19-20- hago lo que no quiero, y dejo de hacer lo que quiero. De la misma manera experimento yo cuando queriendo hacer el bien, me siento inclinado a hacer el mal, o a satisfacerme egoístamente. Por eso, Señor, imploro tu ayuda para cambiar mi pobre y egoísta corazón.
Y te pido, Señor, que no tardes mucho, porque el tiempo en mí apremia, pues mis años ya caminan en tiempo muy avanzado y no parece que al recorrido de mi vida le sobre el tiempo. Al margen de que no sabemos el día ni la hora de nuestro final en este mundo.
Me sostiene, Señor, mi confianza en Ti. Sé que Tú me escuchas y sabes de mis preocupaciones, pero yo, preso de mi corazón humano, me desespero y no entiendo tus planes. Por eso, aprovechando tu invitación a pedir, te ruego cambies mi corazón de piedra y egoísta en un corazón humilde, comprensivo, suave y bueno, y lo hagas fuerte, sabio y lleno de paz.
Un corazón capaz de dejar los primeros puestos para ocupar los últimos hasta ser invitado a ocupar los primeros. Y de no ocurrir, conformarse con estar donde está. Porque, yo, Señor, quiero sentirme a gusto tal y como Tú me has creado. Porque, Tú, Señor, haces siempre las cosas bien y como me has pensado así está bien. Dame, pues, un corazón lleno de sabiduría que sepa comprender y aceptar tu Voluntad y, simplemente, con reconocerte mi Padre y mi Dios llenarme de gozo, paz y amor. Amén.
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