Hoy empezamos, Señor, pidiéndote el discernimiento de lo que es realmente bueno. Nosotros no sabemos, aunque pensamos que sí. Ese es nuestro principal pecado y error grave. Creernos suficiente para discernir lo bueno de lo malo. Nuestro gran error, preferir las cosas y valores que nos ofrece el mundo antes que las que nos das Tú. Nos quedamos en las tinieblas y rechazamos la Luz. ¡Qué gran disparate!
Sin darnos cuenta rechazamos tu presencia y tu Amor por unas cuantas cosas materiales que creemos nos van a dar la felicidad, y, al cabo de poco tiempo, nos damos cuenta que eso no es sino más de lo mismo. Una carrera de locos buscando felicidad en cosas caducas que perecerán en el tiempo y que nunca nos llenaran de gozo, felicidad y paz. ¡Qué gran disparate, Señor!
Y seguimos con los disparates cuando creemos poder engañarte y ocultarnos de tu presencia actuando de forma diferente lejos de Ti y de otra forma en tu presencia. La doble vida, una para Dios y otra para el diablo. La Verdad siempre prevalecerá y la mentira siempre será descubierta.
Hay momentos que, permaneciendo en la Luz, sabes valorarla y experimentas penas y tristeza cuando ves a muchas personas ilusionadas con la riqueza, el confort, suntuosas casas y comodidades que luego les dejan vacíos y les complican la vida, porque les mueven a obrar mal y a engañar o explotar a otros. Al final, mantener ese estatus de riqueza y bienestar aparente te esclaviza y te mortifica la vida, y hasta es una tentación para aquellos que buscan también las tinieblas apoderándose de lo ajeno.
Pidamos al Señor que nos de la sabiduría de discernimiento y de encontrar siempre la Luz del Espíritu de Dios que nos ilumine para distinguir lo bueno de lo malo; lo que perdura, de lo que es efímero y caduco; lo que nos salva y eterniza, de lo que esclaviza y mata. Pidamos la Luz de la Verdad para que sepamos alejarnos de la mentira y de todo aquello que nos enfrenta y aleja del Señor. Amén.