No puede ser de otra manera. Si el Señor se nos da como verdadero Alimento espiritual para nuestra alma, también, por lógica deducción, se preocupará para darnos el alimento corporal que necesitamos para vivir. Es nuestro Padre, y un verdadero Padre se preocupa de todo.
Además, Jesús, el Hijo, enviado para enseñarnos como nos ama el Padre, nos lo ha repetido infinidades de veces. La parábola del Hijo pródigo es un hermosa historia con la que Jesús nos describe como nos ama el Padre. Y el Evangelio de hoy, (Lc 9,11b-17), es una evidencia más de mostrarnos el amor de nuestro Padre Dios. Porque, Él, enviado por el Padre, nos los viene a revelar y descubrir.
Por eso, Padre Bueno, desde este rincón de oración, reunidos y unidos, todos queremos expresarte en una misma voz nuestra súplica de pedirte el alimento verdadero, que nos da la fuerza y la sabiduría para tratar de ser perfecto como Tú, Padre celestial, eres perfecto (Mt. 5,48). Sabemos que también necesitamos el alimento corporal, y sabemos que Tú te preocupas por ello.
Y, Tú, también, sabes mejor que nosotros lo que verdaderamente necesitamos, porque quizás la abundancia nos pierde y nos hace soberbios. Mira el mundo como está, Padre, y la cantidad de niños explotados y sometidos a la esclavitud del trabajo, robándoles el tiempo de su niñez y juventud. Mira, Padre, las guerras por el poder y las riquezas, que matan y dejan a mucha gente sin hogar y sin patria. Cuántos refugiados despojados de todos buscan un refugio de paz y de amor.
Mira, Padre, cuántos niños condenados a morir en el vientre de sus madres por ambiciones egoístas que los desechan como si de basura se tratara. Un mundo, Padre, que Tú nos has dado para administrarlo para bien de todos y en función del hombre en verdad y justicia. ¿Y qué hemos hecho y estamos haciendo? Hoy queremos, Padre, pedirte para que nos dé la sabiduría y la luz para, entre todos, porque tenemos que ser todos, ir transformando este mundo, regalo tuyo, según tu Voluntad. Gracias Padre.