Blogueros con el Papa

UN ROSARIO CADA VIERNES

Cada viernes, hora peninsular entre las 09, 30 y 10:30, en Canarias entre las 08:30 y 09:30, aproximadamente, y en cualquier otra parte del mundo la que mejor puedan elegir, nos unimos en el rezo del Rosario (VER AQUÍ) por la unidad de todos los creyentes, por la familia natural, hombre - mujer, por la vida y por la libertad de educación de los hijos.

Desde tu casa, online, desde tu trabajo, desde tu hospital y enfermedad, desde myfeeling, desde todas los colectivos y asociaciones, desde donde quieras que estés, tú también puedes unirte en este clamor al Padre, unidos a María Santisíma, para que el Espíritu Santo nos dé la capacidad y la luz de salvaguardar la vida y los valores morales y naturales que la dignidad de las personas demanda y hemos recibido de nuestro Padre Dios.

También estamos rezando un rosario cada día que hacemos normalmente en las primeras horas de la mañana aunque a veces, por premuras de tiempo, lo hacemos en otras horas del día. En el icono de la Virgen, debajo del rosario de todos los viernes, puedes encontrar el rosario correspondiente a cada día.
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domingo, 2 de septiembre de 2018

COSTUMBRES Y TRADICIONES


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En muchas circunstancias nos cuesta distinguir la costumbre y la tradición. En el tiempo se van mezclando y llegan a identificarse aunque no es lo mismo. Es verdad que la costumbre está contenida en la tradición, pero no es lo mismo. Digamos que la tradición es la herencia que hemos recibidos de nuestros antepasados, su doctrina, sus ritos y también sus costumbres, que nosotros vamos empleando y, quizás, también deformando o evolucionando a otras formas que quizás pierde el núcleo de la pureza vital.

Porque, lo verdaderamente importante es la Ley de Dios, que está contenida, como diría Jesús, en sólo dos: Amar a Dios y al prójimo. Y de esta aplicación se derivan todos los demás. Porque, el amor a Dios te da la luz, la sabiduría y la fortaleza para amar al prójimo tal y como Dios lo ama y quiere que tú lo ames. Y ese amor te llevará a una convivencia justa, misericordiosa y fiel. Y en ello encuentras todas las costumbres que la tradición te ha ido transmitiendo.

No es importante lavarte las manos o tener el vaso limpio como el oro. Si es buena costumbre y necesario tener higiene y los enseres limpios. No es lo importante lo externo, las apariencias y el perfil, sino la verdad, la justicia y misericordia y la fidelidad. Y todo eso no nace de lo que exteriorices porque lo hayas heredado, sino de que en tú corazón lo aceptes, lo guardes y lo vivas. La fe no se hereda, sino se busca y se pide y te dispone a abrirte a la Gracia de Dios para recibirla.

Y eso vamos a pedir, la Gracia de saber discernir lo importante, lo que realmente agrada a Dios y lo que es bueno: Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como Jesús nos ha enseñado a amarlo. A no pararnos en lo externo, en lo aparente y en las prácticas que, siendo necesario y bueno, no son lo fundamental. Pidamos tener un corazón justo, misericordioso y fiel para vivir en los mandatos del Señor, es decir, amar a Dios y al prójimo. Amén.

lunes, 28 de mayo de 2018

UN CUMPLIMIENTO DE MÍNIMOS

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Nos gusta las normas y los cumplimientos, e, incluso, exigimos recetas a los sacerdotes con las que eludir nuestra libre responsabilidad y lavarnos las manos. Cuántas veces hemos acusado a Pilatos de haberse lavado las manos respecto a tomar una responsabilidad en la decisión de liberar a Jesús. Cerró los ojos ante la realidad y miró para otro lado. ¿No hacemos nosotros igual en muchos momentos de nuestra vida?

De la misma forma, aquel joven, al parecer rico, se limitaba a cumplir con lo establecido y acostumbrado. Eso no le era muy duro y, con cierta y cómoda disciplina, el ser humano se instala y acomoda con cierta facilidad sin perder su seguridad ni sus privilegios. Pero, inquieto, pregunta a Jesús: «Maestro bueno, ¿qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna?». Sus palabras descubren cierto desconformismo que le inquietan a comprometerse más y de ahí esa ansia por preguntarle a Jesús.

Y Jesús le responde: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos: No mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes falso testimonio, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre». A lo que aquel joven responde: «Maestro, todo eso lo he guardado desde mi juventud». Posiblemente, también nosotros cumplimos y guardamos los mandamientos en nuestra vida. Pero, ¿nos basta eso? ¿Es eso todo lo que nuestro amor nos exige? ¿Queda tu conciencia y la mía tranquila? ¿Es esa la medida de toda nuestra capacidad de amar? Son preguntas que también nos hace Jesús hoy a cada uno de nosotros, y debemos de darle una respuesta.

Quizás, nuestra primera reacción sea fruncir el ceño y abajar la cabeza. Experimentamos debilidad y no nos sentimos fuertes para romper esas maromas que nos atan a las riquezas y placeres de la vida. Porque, no hace falta poseer mucho dinero para ser rico, sino que también se esconden las riquezas en nuestra manera de vivir, de comportarnos, de darnos, de ofrecernos, de comprometernos...etc. Tu vida y tus cualidades son un regalo que Dios te ha dado, y te han sido dadas para que las compartas con aquellos que más las necesitan.

Pidamos fortaleza y sabiduría en el Espíritu Santo para romper esas maromas que nos atan a la comodidad, al egoísmo y al encerrarnos en nuestros cumplimientos, para dejar escapar toda nuestra capacidad de amar y comprometernos en darnos y servir a los demás. Amén.

lunes, 15 de enero de 2018

LA NOVEDAD ES EL AMOR

Un mandamiento nuevo les doy, dice el Señor. Jesús nos viene a renovar, a liberarnos de lo encorsetado, de las prácticas y cumplimientos que nos aprisionan y esclavizan. De las costumbres y las tradiciones y de la ley que vigila el cumplimiento y no el espíritu y el amor. Es hora de, no anular, sino renovar y dar un nuevo sentido a la vida movido por la misericordia y el amor.

No queremos quedarnos, Señor, en lo establecido, en lo inmovible y tradicional, sobre todo cuando aprisiona e inmoviliza. Queremos abrirnos a la generosidad, a la dignidad de considerarnos hermanos porque somos tus hijos y, por supuesto, al derecho de amarnos como Tú nos amas. Lo antiguo nos ha valido para llegar hasta aquí, pero ahora, queremos madurar y sentirnos hombres nuevos creados para amar por encima de lo establecido en la ley.

Porque entendemos la ley en función del amor. Tú nos has salvado por amor, y por amor tenemos la oportunidad de ser perdonados y rescatados de la esclavitud del pecado. Danos, Señor, esa sabiduría de sabernos hijos tuyos creados para amar y no para simplemente cumplir. No es hora de ayunos, sino de alegría y gozo, porque, Tú, el Señor estás con nosotros y nos salvas para la eternidad. Queremos, pues, exultar de alegría y gozo junto a Ti.

Sí, sabemos que llegarán momentos de tribulación, de tentaciones y de sufrimientos. La cruz está en nuestro camino, y cuando llegue ese momento necesitaremos fortaleza para soportar la mortificación y el ayuno. Necesitaremos, confortados en la oración y las privaciones, soportar las adversidades y las pruebas que el mundo nos exigirá, sabedores que Tú estás con nosotros. 

Te pedimos, Señor, la voluntad, la sabiduría, la fortaleza y toda la valentía que necesitamos para encarar los momentos difíciles de nuestra vida sin separarnos de Ti. Entonces necesitaremos ayunar, privarnos y fortalecernos en la esperanza de saber que un día estaremos en tu presencia. Amén.

martes, 7 de febrero de 2017

INFESTADOS DE PREJUICIOS

Tendríamos que lavarnos todos los días con una antivacuna especial que nos desinfecte de tantos virus mal intencionados, que nos hace murmurar de forma despótica y cargarnos de maledicencias que matan y destruyen el honor y la fama de muchas personas. Al menor descuido se nos va la lengua y lo primero que tenemos que pedir al Señor es eso, que nos libre de murmurar maliciosamente.

Estamos llenos de prejuicios que nos traicionan y autoengañan. Prejuicios que se esconden en nuestras propias justificaciones para distorsionar la realidad y ver mal donde no lo hay, e incluso habiendo bien. Prejuicios que nos hacen ver como importante las apariencias, lo externo, sin pararnos a vernos por dentro. Porque son importantes las normas, pero más importantes son las buenas intenciones que habitan en nuestros corazones. Y esas son las que hay que respetar, cuidar y proteger sacándolas a la vida.

No te puedes parar en la norma, en la costumbre, en la tradición o en el método sin antes amar. Porque cuando amas todo cambia. ¿Qué hizo Jesús con la mujer sorprendida en adulterio? ¿La condenó según la ley a morir apedreada? Esa actitud de Jesús es nuestra referencia para nosotros tratar de actuar así también. La Misericordia está por encima de la ley, de la norma, del precepto, de la forma o método. Por eso, por la Misericordia estamos nosotros perdonados y salvados.

Pero eso no significa que, perdonados misericordiosamente, nos relajemos y vivamos sin cuidados, sin normas, sin métodos o sin mirar las tradiciones. ¡Claro que hay que mirar todo eso! Pero una cosa es mirarlos y otra no llegar al extremo de criticar a quienes no los sigan o lo hagan de otra forma. Lo importante es la intención con que los hagan. Si hay buenas intenciones, y eso tiene que ver con la bondad del corazón, y la búsqueda del bien, adelante. Porque todo lo que se haga amando y en nombre del Señor es bueno.

Pidamos esa sabiduría de descubrir la verdad del corazón y no pararnos de forma extrema en los métodos, las estrategias, las normas, las costumbres o lo que sea. Jesús pasa por encima de todo eso. Rompió muchas normas y leyes hechas por los hombres y nos enseñó simplemente a amar. Nos lo enseñó dándonos ejemplo con su Vida y su Palabra.