Necesitamos saltar del camino, de ese camino que nos ciega, que nos acomoda y nos instala en la pasividad y comodidad de nuestras apetencias y placeres; de nuestras indiferencias y egoísmos; de nuestro individualismo y suficiencias.
Discernir en qué situación nos encontramos será lo más valioso que podamos hacer, porque nos ayudará a dar ese salto de un camino estéril y cómodo a un camino – quizás más complicado – pero, más verdadero y valioso, hasta el punto que nos llevará a esa felicidad eterna que buscamos.
Es el camino que nos conduce al encuentro con el Señor, Camino, Verdad y Vida y fuente inagotable de nuestro gozo y felicidad. Descubrir, por tanto, a qué lado del camino estoy y cómo estoy será lo más importante, valioso y definitivo de mi vida. Pues, de ello, dependerá todo mi gozo y felicidad eterna. O, lo que es lo mismo, gozar eternamente de la presencia de Dios.
Por tanto, procede y es menester suplicar y pedir esa Luz que alumbre realmente nuestro camino y nos ayude a saltar en busca de quien es la verdadera Luz, Camino, Verdad y Vida. Pidamos, pues, dar el salto, pero, ¡cuidado!, nunca solos. Démoslo injertado en Xto. Jesús, porque en Él está la Luz que verdaderamente nos alumbra el camino que nos lleva a la Vida Eterna y nos permite ver. ¡Abre nuestro ojo Señor! Amén.