Darse en sacrificio exige una actitud generosa y, por supuesto, anónima, silenciosa, escondida, en y por un compromiso amoroso. Esa fue la actitud de aquella pobre viuda, se dio de forma silenciosa y escondida en su desinteresada intención de darse hasta el extremo de quedarse sumida en el dolor de desprenderse de lo que tenía.
Jamás pensó que Jesús se fijará en su darse de forma insignificante y pobre. Y, menos, que hoy, yo, también pequeño, esté, por el Nombre y Gloria de Jesús, el Hijo de Dios, hablando - 21 siglos después - de su pequeña, pero, grandiosa aportación voluntaria de compromiso de amor.
Porque, lo que hace una obra grande no es la cantidad económica ni la grandeza del hecho, sino la buena intención dada voluntariamente por amor y desinteresada por y para gloria de Dios. Pidamos, pues, tener siempre esa buena intención de darnos, de entregarnos toda nuestra vida de cada día, y poco a poco, para Gloria de Dios.
Y lo hacemos en el devenir diario de la entrega generosa – por y asistido por el Espíritu Santo – en nuestra familia, en nuestro trabajo y en el diario vivir de cada día en nuestras relaciones con los demás llevando siempre el sello del amor entregado por compromiso y solidaridad fraterna en y por el nombre de Dios. Te lo pedimos, Padre, para que, como aquella pobre viuda, también nosotros demos nuestra vida un poco cada día hasta entregarnos plenamente. Amén.