Siempre nos es más grato disponer mejor nuestra actitud de atenta escucha a la voz y mensaje de un extraño o forastero que a la de nuestros propios conocidos y gente de nuestro mismo pueblo. Parece algo contradictorio, pero es la triste realidad. Somos más propensos a escuchar a otros por su novedad y desconocimiento que a los nuestros propios.
Se producen más conflictos dentro de la comunidad que con otras comunidades. Jesús nos lo revela hoy y se cumple en su mismo tiempo con la viuda de Sarepta y el libio Naamán. Posiblemente sea porque nuestro corazón esté endurecido y presto más a lo nuevo y novedoso que a lo conocido. Sea lo que sea, la verdad es que eso se repite hoy también.
Por eso, Señor, te pedimos que suavices nuestros oídos y ablandes nuestros corazones para que seamos capaces de escuchar tu Voz en las voces de los hermanos y de la propia comunidad. Danos la humildad y la sabiduría de abajarnos y de abrir nuestro entendimiento a la verdad del Evangelio, y de escucharla en el Espíritu Santo según donde Él quiera soplar.
Porque el Señor se vale de lo más débil y pobre para revelar la Verdad de su Mensaje. Amén.