Quizás ha habido muchos momentos en mi vida en los que, Tú, Señor, te me has manifestado, y yo te he dado la espalda. Lo digo, porque el sentido común y la razón me dice que, si me has creado es para hacerme feliz y eterno.
¿Qué padre no quiere la felicidad de su hijo? Jesús, tu hijo predilecto, enviado a anunciarnos tu presencia y tu amor, nos ha hablado de tu gran Amor y Misericordia. Luego, si es así, y creo que así es, Tú, Señor, quieres mi salvación, y eso prueba que te habrás acercado a mí muchas veces para ayudarme a encontrar el camino directo a Ti.
¿Qué padre no quiere la felicidad de su hijo? Jesús, tu hijo predilecto, enviado a anunciarnos tu presencia y tu amor, nos ha hablado de tu gran Amor y Misericordia. Luego, si es así, y creo que así es, Tú, Señor, quieres mi salvación, y eso prueba que te habrás acercado a mí muchas veces para ayudarme a encontrar el camino directo a Ti.
Por eso, Señor, me pregunto, ¿y qué hago yo? ¿A dónde miro mientras camino por mi vida? ¿Cómo es que no te veo, aunque sea transfigurado en mi vida? Seguro, Señor, que me has dejado y me dejas cada día muchas huellas, pero, yo sigo ciego y escondido en las cosas de este mundo. Y mientras siga así no veré tus transfiguraciones hacia mí. Porque, Señor, si me amas no me vas a dejar abandonado ni privado de verte y de poder encontrarte.
Por eso, te pido desde este rincón que me despierte y me alumbres el camino hacia tu encuentro. Sé que lo haces, pero, posiblemente yo estoy dormido. Dame luz, Señor para despertar y ver esos momentos de tabor que Tú, por tu Amor y Misericordia me regalas. Zarandea mi vida y despierta mi corazón para que perciba tu blanca luz y reconozca que mi camino va hacia esa transfiguración, que pasando por la cruz, encuentra tu Casa y su reposo eterno a tu lado. Amén.