María, Dios sabía de la pureza y ternura de tu corazón. Te elige porque ha hallado en ti la Gracia de la fe y al mirarte, te llena de Gracia, para que seas, no por tus méritos, sino por su Gracia, la Madre de su Hijo. Eres bendita entre todas las mujeres y estás llena de la presencia del Señor.
Gracias, María, porque tu SÍ firme y entregado nos ofrece a nosotros la posibilidad de encontrarnos con el Mesías prometido y esperado, tu Hijo, el Señor. Por eso, Madre, eres también Madre nuestra, porque, por la Gracia de Dios somos hijos de Dios y hermanos de tu Hijo Jesús. En Él estamos salvados, pues, por su Pasión y muerte de Cruz ha pagado por nuestro rescate de la esclavitud del pecado. Y eso nos da la posibilidad, en Él, de ser libres para amar tal y como Él nos ama.
Gracias, Madre, intercede por nosotros para que nuestros corazones, enfermos y heridos por el pecado se conviertan en unos corazones suaves, tiernos, misericordiosos y dados como el tuyo. Te suplicamos que intercedas a tu Hijo que las aguas insípidas y contaminadas de nuestras vidas se transformen en un vino de buen color, de buen perfume, de gozo y alegría que desprenda buen aroma y verdadero amor para aliviar el dolor y sufrimiento de los demás, especialmente los pobres, y anunciarles tu Palabra. Amén.