Nunca estamos seguros, porque siempre el peligro está rondándonos. Al menor descuido cae encima de nosotros y trata de confundirnos y desorientarnos. Sabe y conoce nuestras debilidades, nuestros apegos y apetencias, y sabe también las formas de usarlas. Y conoce cuando debe aprovechar sus oportunidad.
No debemos confiarnos y eso debe servirnos para estar muy atento. Y la mejor atención es estar muy pegados al Señor. No alejarnos y estar muy unidos a El. La oración es el adhesivo más poderoso que tenemos. Con ella quedamos pegados, es más, injertados fuertemente al Señor y bien protegidos de las acechanzas del demonio.
¡Dios mío, ilumina mi camino y no permitas que me desvíe! Soy débil y frágil a las tentaciones e inclinaciones de este mundo y el Maligno está pendiente de mis errores y debilidades. Sé que tengo que poner todos mis esfuerzos y luchar constantemente contra mis apegos y apetencias. No es nada fácil el camino. Sé que tengo que cargar con mi cruz, pero, porque sé que Tú estás ahí y me acompañas, yo quiero también seguir y poner todo lo de mi parte.
Confío en Ti y espero que contigo saldré vencedor. Y eso me anima, me llena de esperanza y me de mucha confianza. A pesar de mis fracasos, sé que puedo levantarme, porque Tú me perdonas y quieres más que yo salvarme. Y me ayudas a levantarme.
Gracias Señor, agarrado a Ti continúo mi camino. Amén.