Sé, Señor, que es problema de fe. Mi fe es débil y muy frágil. Necesito que la afirmes en mi corazón dubitativo y vacilante. Esa es mi primera petición. No puedo asimilar ese Infinito Amor que Tú me manifiesta, me revelas y me demuestra entregando a tu Hijo en una muerte de Cruz. No llego a entender tanto amor y si me empeño en buscar razones que puedan justificarlo, me pierdo y menos lo entiendo.
No hay razones que puedan explicar lo que has hecho y lo que haces cada día, Señor. No se puede entender. Esa es la palabra que repito y repito desde lo más profundo de mi corazón. Solo te pido, Señor, que me ilumines y aumentes mi fe, porque quiero y necesito creer. Sin fe mi esperanza se debilita y se desvanece. Es entonces cuando el mundo, demonio y carne se aprovechan y atacan. Seducen con sus pasiones, con sus apetitos y sus ofertas concupiscentes. Y, solo, Señor, claudico y me someto a la esclavitud del mundo, del demonio y la carne.
Por todo ello, Señor, utilizo este humilde rincón de oración para pedirte y suplicarte que me des el don de la fe, que ilumines mi mente y, sin más búsqueda de razones y por qué, enciende mi corazón y aumente mi fe para que todo mi ser y obrar descante en tu Cruz. En Ti, Señor, crucificado, muerto y Resucitado. Es ahí donde debe estar fijada y apoyada mi mirada y mi corazón. Amén.