Señor, Tú me conoces desde siempre; conoces mi vida y mi corazón. Todo lo bueno que he aprendido y comunicado ha hundido su raíz en Ti. Tú has sido, a pesar de mis pecados, el Señor de mis alegrías y de mis penas. Renueva en mí la capacidad de amar y de servir con toda la fuerza del amor primero, y sorpréndeme nuevamente recogido en tu presencia.
Haz posible lo imposible: compromete mi vida para siempre con un amor fuerte y responsable, fiel a los últimos, a los pobres, a los hermanos, en los que Tú, Señor, estás presente. Amén.