Estamos acostumbrados a ver documentales del mundo libre animal. Un mundo salvaje donde cada día la lucha por la subsistencia es una batalla a vida o muerte. Y donde cada día nacen, subsisten y mueren muchos animales. Unos devorados por otros. Es el equilibrio natural de la vida. Es la ley del más fuerte.
Y eso nos parece que sucede sólo en el mundo animal libre. Al que llamamos mundo salvaje. Pero, ¿acaso nuestro mundo es mejor? ¿Somos nosotros un mundo libre ordenado y respetado? ¿Se respetan los derechos de los más débiles? Si miramos las estadísticas, observamos que cada día mueren mucha gente en accidentes de tráfico, por ejemplo. Y sus consecuencias son distracciones, incumplimientos de las normas de tráfico o no tener el debido transporte en perfectas condiciones. Descuidos y más descuidos.
Pero, todo no se queda en eso. Hay también muchas muertes por enfrentamientos, robos, atentados, guerras, sexo, abortos...etc. ¿No es eso una selva? En la selva se mata para comer, pero aquí, en nuestro mundo se hace por envidia, por vanidad, por soberbia, por egoísmos, por ideologías y hasta por maldad. Al lado de la semilla buena crece también la cizaña. Y nada se puede hacer. Hay que esperar al final cuando los segadores enviados por el Señor corten la cizaña y la separen del trigo. Entonces todo se verá mejor.
Lo importante es tratar de mantenernos como trigo y no confundirnos, ni alinearnos con la cizaña. Lo importante es no convertirnos en cizaña, sino sostenernos firmemente en ser buena semilla que dé frutos buenos, aunque eso ocasione nuestra muerte a este mundo. Porque, entonces, dando nuestra vida la ganaremos para la eternidad.
Pidamos al Señor esa Gracia. La de ser buena semilla que persevere pacientemente en la lucha de cada día hasta la hora de los segadores enviados por el Señor. Entonces presentaremos nuestros buenos frutos para ser recogidos y para gozar de la Gloria Eterna. Amén.