Sabemos que vivimos en un mundo donde el mal tiene también su presencia. Camina mezclado con el bien y, aparentemente, a veces cuesta diferenciarlos. Su presencia es una constante amenaza que no siempre llegamos a descubrir hasta que hace daño. El camino de nuestra vida es una prueba y toda prueba contiene riesgos, peligros y dificultades que hay que superar. Eso explica nuestra libertad y voluntad. Son las conductoras de nuestra vida y las responsables y encargadas de llevarlas por el buen camino hasta la seguridad anhelada.
Sin embargo, conocemos por experiencia que junto al bien cohabita también con él el mal. Y la cuestión no es tratar de apartarlo, porque volverá al ataque. Se trata de vencerlo. Para eso ha venido el Hijo de Dios, nuestro Señor Jesús, para vencer al mal. Por lo tanto, tengamos confianza y paciencia y mucha confianza en Él, y, obedeciéndole, dejarle entrar y actuar en nuestro corazón para que nos dirija hacia el triunfo. El juicio de Dios será siempre justo y perfecto.
Ahora, a parte de poner todo lo de nuestra parte en sus Manos, tengamos fe y mucha paciencia y pidámosle que nos proteja y limpie nuestra vida de toda la cizaña que la amenace y la ponga en peligro de zozobrar. Dejemos que Él nos indique el momento oportuno de arrancarla de nuestra vida sin desespero ni locuras.
Es nuestro Padre, que nos cuida y protege y evitará que la cizaña, si creemos y le obedecemos, nos haga daño. Amén.