Tócame, Jesús, que cuando la soledad me duela, tu cálida caricia sea mi compañía.
Tócame, Jesús, que cuando el rechazo me hiera, tu tierna caricia sea mi acogida.
Tócame, Jesús, que cuando el pecado sea mi lepra, tu misericordiosa caricia me restaure.
Tócame, Jesús, que cuando la vehemencia me acelere, tu lenta caricia me recuerde el sosiego. Tócame, Jesús, que cuando la desolación me turbe, tu luminosa caricia sea mi consolación.
Tócame, Jesús, que cuando a mi memoria todo lo olvide, tu silenciosa caricia me recuerde: que todo se pasa, que todos se pasan, que Tú y sólo Tú bastas, que todo mi ser y toda mi piel ha sido tocada, besada, abrazada, marcada y tatuada por tu caricia, una vez y para siempre.
(Genaro Ávila-Valencia sj)