Para qué negarlo. Dios conoce y ve tus intenciones y, de nada te vale esconderlas. Eso sí, puedes engañar a los hombres, pero, nunca a Dios. Por tanto, muéstrate tal como eres y, eso sí, pídele a Dios que cambie tu corazón egoísta, endurecido por el pecado, en un corazón nuevo, generoso, dado a ayudar y, como Él, quedarte para los últimos puestos.
No es cuestión de buscar ser ensalzado, ni alabanzas u honores. Busca, mostrado en la humildad, el servicio, la solidaridad, el último puesto y tu humillación será ensalzada y dignificada. Porque, como dice el Señor, “el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado”.
Por tanto, pidamos de todo corazón tener un corazón humilde, suave, compasivo, paciente y comprensivo para, nunca alardear de ser el primero, sino, todo lo contrario, quedarte para el final con la buena intención de servir por amor. Porque, solo en el amor serás reconocido y apreciado. Amén.