Sería pretensioso amar a mis enemigos y, también, a los diferentes en creencias y cultura, pero, el mandato no es mío ni de ningún ser de aquí abajo, humano y mortal. Es simplemente de Él, de Aquel que lo puede todo y nos ama por encima de todo. De modo que, viniendo de Él todo es posible.
Y ese mandato de ser uno como Él y el Padre son uno, se puede realizar por su Gracia y su Poder, pero, sobre todo, por su Amor. De todas formas, hemos sido creados semejantes a Dios, y, por tanto, nuestra esencia y sustancia fundamental es el amor. Así que experimentarnos atraídos a amarnos es la tendencia natural que late y vive dentro y en lo más profundo de nuestros corazones. Y en ese amor se esconde esa felicidad que buscamos.
¡Señor, te pedimos fe y esperanza para, llenándonos de paciencia, aguardar con humildad esos momentos en los que nuestros corazones se vayan transformando como el Tuyo.