Muchas veces nos preguntamos como hemos podido llegar a conseguir esto o lo otro. Es bueno mirar para atrás, no para recordar y lamentarnos, sino para ver los pasos que hemos avanzados y lo que hemos ido logrando. Mirar para atrás para ver que crecemos y no permanecemos parados. Porque en el día a día no nos damos cuenta de nuestros pasos y podemos caer en la tentación de desanimarnos y de creer que es imposible avanzar.
Hemos multiplicado muchos pasos en nuestras vidas y hemos avanzado mucho. Es verdad que también hemos tropezado y retrocedido en algunos momentos, pero hay más avance que retroceso. Y es que yendo con el Señor no podemos retroceder. Siempre avanzamos, aunque muchas veces no lo advirtamos. Por eso, nuestra actitud tiene que ser positiva y superar las difícultades, porque no estamos solos, sino que el Señor está con nosotros para ayudarnos a superarlas.
Posiblemente hay situaciones que no son para nosotros, pues el Señor sabe lo que somos y podemos, y lo que está señalado para nuestra capacidad y vocación. Tenemos unos talentos y en base a ello podemos hacer y solucionar muchos problemas y situaciones. Con la multiplicación de panes y peces, Jesús nos dice que no podemos quedarnos con los brazos cruzados. Algo tendremos que hacer menos mandarlos para sus casas, y lo que falte lo pondrá el Señor.
Y esa es nuestra experiencia con y en muchas situaciones de nuestra vida. Hay momentos que no nos imaginamos que las cosas hayan salido como han salido. Ni tampoco que muchos estemos haciendo lo que realmente hacemos. Jamás podía imaginar que yo estuviese escribiendo y mis humildes escritos y reflexiones ayudaran a muchos de ustedes. Menos aún escribir algún libro. Y menos dar catequesis y recibir la gratitud de algunas personas. Realmente, así lo he dicho muchas veces, no es obra mía, es la acción del Espíritu de Dios en mí. Y en la media que mi vida transcurre, más patente se va haciendo esta experiencia y realidad.
Por todo ello, doy gracias a Dios y pongo mi vida a su disposición con todas las fuerzas que en este momento soy capaz. Y le pido que me aumente esa capacidad y las fuerzas de darme al máximo. Cada día un poco más; cada día un poco más perfecto como el Padre del Cielo es Perfecto (Mt 5, 46-48). Amén.