La vocación va muy unida a tus cualidades y talentos. Difícilmente alguien se dedicará a algo que realmente le es muy difícil realizar. Muchas veces hemos oído decir: "Esto no es para mí", o "yo no sirvo para esto". El sentido común nos dice que nos encontramos más a gusto con aquello que se nos da. Así encontramos a mucha gente que, por razones de la vida, se tienen que dedicar a una cosa, pero que luego, como afición, practican aquella para la que se sienten más válido.
Descubrir para lo que estoy llamado, o dicho de otra forma, para lo que valgo, es descubrir los dones y talentos que el Padre Dios me ha regalado. Y ese regalo no es para guardarlo en mi corazón esperando a que me lo pida, sino para entregarlo multiplicado por el esfuerzo, al máximo, que nosotros podamos hacer.
Hoy Jesús nos señala ese camino y nos descubres cual debe ser nuestra respuesta y la que Padre Dios espera de cada uno de nosotros. Nunca debemos enterrar nuestros talentos, ni tampoco usarlos para nuestro provecho propio, pues tenemos que devolvérselos. No nos pertenecen, y por lo tanto tendremos que negociarlo en provecho del bien común. Así los tomará el Señor de buen agrado, y seremos recompensados.
Pidamos con fe y confianza esa Gracia, para que nuestra vida sea entregada en disponibilidad y trabajo en bien de todos los hombres. No somos dueños de nuestros talentos, sino administradores para el bien común.
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