La personalidad de Jesús debe ser sorprendente e influyente. Quien se acercó a Él y le conoció profundamente quedó tocado y transformado. El testimonio de muchos que así lo vivieron lo demuestra: Zaqueo, Mateo, Magdalena, el Centurión...etc.
La pregunta ahora es: ¿Y yo? ¿O precisamente estoy lejos y apenas me he acercado? ¿Por qué mi vida a penas ha cambiado, o no cambia como a me gustaría verme cambiado? Posiblemente, ¿será porque mi cercanía con el Señor es una cercanía superficial? ¿Una cercanía que no deja actuar al Espíritu Santo y se cierra a su acción?
Supongo que la mejor oración que hoy podemos hacer es pedirle al Señor que nos abra nuestro corazón de piedra y nos lo transforme en un corazón de carne. Un corazón como el de Zaqueo que sea capaz, en el encuentro con Jesús, de dejarse transformar y comprometer, por amor, con lo demás.
Transforma mi vida Señor, y dame la serenidad, la valentía y la fuerza de experimentar tu cercanía y el fuego de tu Amor, que haga que mi vida se vuelva sensible, generosa y abierta a darse al bien de las personas y a la proclamación de tu Amor.
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