En Ti, Dios mío, tengo puestas todas mis esperanzas. Mi compromiso casi ineludible es mi cita contigo todos los días. Y no quiero romperlo nunca, a pesar de encontrar dificultades; quienes se asombran porque les parece exagerado; quienes me critican y tratan de santurrón y beato y de mal ejemplo; quienes procuran descubrirme el más mínimo fallo para justificar sus criticas...etc.
A pesar de todo eso, y también de mi propias debilidades, yo sigo adelante y me veo contigo todos los días. Y como tu Cuerpo como alimento supremo que me guarda y fortalece ante todas esas adversidades. Y hablo, hablo casi todo el día, unas veces en reposo y silencio, y otras durante el día en mis reflexiones y dificultades que me salen al encuentro.
Tú Señor, eres mi Norte, mi Guia, mi Destino, mi Llamada. Sin Ti mi mundo quedaría cojo, desarbolado, sin sentido, vacío, sin saber a donde ir, perdido y muerto. Contigo, todo cambia, recobra la luz, el sentido, es pleno, hermoso, y reboza de gozo y felicidad.
A pesar de las dificultades, amenazas, tragedias, huracanes, tempestades, persecuciones...etc. Unos, por tu Gracia, no las padecemos; otros, también por tu Gracia, porque solo Tú sabes porque las permites, las sufren y las padecen, pero en la esperanza de llegar, en Ti, al gozo y la felicidad de tu salvación. Tú, Señor, sabes lo que es bueno para cada uno de nosotros.
Te pedimos que nos des la sabiduría de acoger con paciencia y docilidad tus mandatos y de seguir tus pasos como lo hizo tu bendita Madre María.
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