No quisiera ser un adorno ni un visitante más que pasan sólo para admirar el arte que adorna tus templos. Y se pasean delante de Ti, dónde Tú habitas sacramentalizado, sin ni siquiera tomar conciencia de tu presencia. Quisiera ser un amigo, no turista, que te visita para preguntarte sobre mis dudas, problemas y pedirte consejos.
También escucharte y acompañarte, o simplemente, permanecer en silencio y dejar que tu mirada se detenga en mí pobre persona, sintiéndome agradecido por tan alta dignidad. Soy un pobre pecador que no merece tu paciencia ni tu espera, y menos tu Misericordia. Se cambian los papeles, porque en definitiva, eres Tú quien me visitas, me esperas y me mueves a llegarme a Ti impulsado por tu Espíritu y tu Amor.
Dame Señor la Gracia de ser tu templo, y de portarte en mí a todos los lugares que yo vaya; dame la Gracia de ser tus Manos y tu prolongación en y con todos aquellos que convivo y entro en relación; dame la sabiduría de adorarte y proclamarte a los cuatro viento, y como Pablo, me siento orgulloso y alegra de derramarte dejando tu huella tras el camino por donde transcurra mi pobre vida.
Caminar contigo, Señor, es descubrir la verdadera Fuente de Felicidad. No llego a entender como los hombres, a los que has venido a revelarte, buscan y prefieren otros caminos. Necios que prefieren lo caduco a lo eterno.
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