¿Qué sería de mí, Dios mío, si Tú no hubieses salido a mi encuentro? Y sólo, por mí mismo no te habría encontrado nunca. Tú, no sólo me has llamado, sino que me persigues constantemente. No te cansas de socorrerme y de advertirme el verdadero camino que debo tomar.
Me has entregado a tu Espíritu para que me acompañe y me guíe en todo momento; me asista, fortalezca y me enseñe el camino a seguir. ¿Cómo puedo desoír tu Palabra? ¿Cómo puedo ser tan necio que mi egoísmo venda mis ojos y no me deja verte?
Por eso, ahora sí, Señor mío y Dios mío, abre mis ojos y enciende mi corazón de tu Amor, para que no tengas que perseguirme, sino que sea yo quien te siga sin descanso hasta descansar en Ti.
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