Eso es lo que quiero, aunque no sea lo que hago. Recuerdo ahora las palabras de Pablo de Tarso: hago lo que no quiero, y dejo de hacer lo que quiero. A mí me ocurre igual, y más en esto de dar y no recibir. Para qué esconderlo, Señor. Tú sabes los secretos y las apetencias más profundas de mi corazón.
Por eso, Señor, me confieso, como aquel publicano, un pobre pecados y clamo por tu Misericordia. Pero, también aprovecho para pedirte la Gracia de transformar mi corazón egoísta y de piedra, en un corazón generoso y de carne, capaz de darse simplemente por amor sin esperar nada a cambio.
No quiero nada más sino eso, porque sé que dándome recibiré todo aquello que deseo, que aunque se me esconda a mi corazón, es la dicha que todos buscamos: la paz y la felicidad eterna que sólo se encuentra en Ti.
Hoy, Padre del Cielo, quiero acompañarme y apoyarme en María, la Madre que Tú elegiste para tu Hijo Predilecto. Porque Ella supo ser humilde, desprendida y generosa, dándose en su totalidad sin esperar nada a cambio, sin entender muchas cosas, sin imaginar ni sospechar el camino. Sólo confiada en tu Palabra. Danos un corazón como Ella y fortalécenos para vivirlo en la esperanza confiada en tu Palabra.
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