Cuando no se parece y se guarda las apariencias, se corre el peligro de dar mal ejemplo y provocar malas interpretaciones. No cabe duda que aparentar es falsear la realidad, pero no basta con ser sino que también hay que parecer. Porque el no hacerlo puede suscitar al escándalo.
El cristiano tiene que ser y parecer, porque, aunque siempre no sea así, si se es, también se parece. Una imagen vale más que mil palabras, y es que, aunque las apariencias engañan, en la mayoría de las veces hablan y descubren la verdad. Siempre se termina por mostrar lo que realmente se es.
Y en esas apariencias podemos provocar o escandalizar. Debemos tener mucho cuidado, porque en ello se juega la vida de muchas personas y de las cuales nosotros podemos ser los responsables directos con nuestro proceder y actuar. Seamos cautos y prudentes, y pensemos que nos miran y que influimos en otros.
Por lo tanto, pidamos al Padre Dios que nos ilumine y nos aparte de, con nuestro obrar, ser cauce de que otros, sobre todo los niños, sean encauzados a vivir de forma mal intencionada y desviada de la Voluntad de Dios. Escandalizar es ser culpables de que otros, más débiles e indefensos, se aparten del camino que les conduce a Dios.
Pidamos que nuestra fe crezca hasta el punto de ser cauce y testimonio para otros, y, en lugar de provocar su alejamiento, sirva para catalizar la cercanía y el acercamiento a la Casa del Padre.
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