Me afano en darte a conocer Señor, pero quizás no lo hago bien o todo lo bien que yo quisiera. Creo que donde más fallo es en mi propia familia y quizás en mi propio ambiente. Ahora ya jubilado, la familia es el lugar donde más tiempo paso, y donde peor testimonio dejo. No sé si es por lo que Tú hoy nos dices en tu Palabra, en tu propia tierra nadie es profeta, o porque realmente yo no soy ejemplo para ellos.
Me inclino a lo segundo. Quizás mi vida no esté a la altura de mis palabras y de mis pensamientos. Quizás mi fe no sea lo suficientemente coherente con mis actos, pero, Tú lo sabes Señor mejor que yo, mi corazón quiere serlo y mis intenciones son buenas y sinceras.
Pero mis debilidades e imperfecciones, tocadas por el pecado original, me superan en muchos momentos y paralizan mis deseos de superarme y entregarme en cuerpo y alma. Y eso te pido Dios mío, que transformes mi corazón apegado e instalado en un corazón despegado, abierto y dispuesto a moverse en y por tu amor hacia el servicio a los demás.
Dame Señor un corazón puro que sea capaz de amar sin medida y sin razonamientos. Sólo amar como Tú nos amas.
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