No pensemos que nuestro Padre Dios visitó sólo a María. María fue la puerta para que el Señor se encarnara, y, y de esa manera, hecho carne como nosotros, visitarnos también a cada uno de nosotros. El Señor te invita a que le dejes nacer cada día en tu corazón. Te anuncia, como a María, que eres lleno de Gracia y espera tu sí como se lo dio María, su Madre.
No hay diferencias, sino que María dijo sí y tú y yo nos lo pensamos y todavía no hemos respondido de forma clara y firme. Hoy, y cada día, es tiempo favorable para decir "Sí". Un sí firme como el que dio María y abrirle las puertas de nuestros corazones al Espíritu de Dios, y someternos a su Voluntad despojándonos de la nuestra.
Te pedimos Espíritu Santo que tomes nuestro corazón y hagas de nosotros esclavos del Señor, como María, su Madre, y se haga su Voluntad en nuestros corazones. Haz que cada día de este adviento sepamos decir que sí al anuncio de salvación que Juan el Bautista nos propone, y de preparar nuestro corazón arrepentido para entregarlo al Espíritu que nos purifica y nos fortalece.
No estamos en el desierto, Señor, pero queremos hacer de nuestro interior un desierto que nos ayude a meditar, a despojarnos y a apartarnos de todos aquellos ruidos que nos impiden oírte y escucharte. Sabemos que para nosotros es imposible lograrlo, pero contigo y en tu Espíritu podemos conseguirlo.
Sé, Señor, que en Ti puedo confiar y abandonarme, en y con la esperanza, de ir transformando las apegos y pasiones de mi corazón en desprendimientos y generosidad de actos de amor. Amén.
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