No sólo de pan vive el hombre sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios. Esta frase, replica de Jesús a la tentativa del diablo en las tentaciones en el desierto, señala claramente que el hombre se sustenta principalmente de la Palabra de Dios, pero, como naturaleza humana que es necesita también el pan material para sostener la vida corporal.
Y Jesús contempla al hombre en toda su integridad. Cuerpo y espíritu. Son dos realidades a las que el hombre debe atender, pero dando prioridad a la alimentación espiritual sin prescindir ni desatender la material. Porque, el hombre necesita tener el estómago lleno para, luego, poder levantar la mirada y contemplar la Gloria de su Padre Dios, que le alimenta y ha dispuesto lo necesario en este mundo para que goce de lo que realmente necesita.
Sin embargo, el hombre rompe ese equilibrio acaparando, por egoísmo, más de lo que necesita y privando a otros el sustento necesario para sus vidas. Y todo con el afán de poder y someter a su voluntad a los demás. Todo lo contrario a la Voluntad de Dios que, su Hijo, nuestro Señor Jesús, nos enseña, precisamente, en el Evangelio de hoy. Observa al gentío que le busca, quizás con intereses egoístas materiales, pero les atiende y les da el alimento espiritual con sus enseñanzas.
Sin embargo, hay un detalle que me gustaría compartir con todos los que lean esta humilde reflexión. Se trata de escuchar y estar cerca del Señor. Eso nos obliga a seguirle, a estar próximo a Él y, a pesar del riesgo de pasar hambre, estar atento a sus enseñanzas. Pero, sobre todo, sin caer en la negligencia ni el descuido, confiar en su Palabra y en sus cuidados. El Señor sabe de nuestras necesidades materiales. Él nos ha creado y nos proveerá de lo necesario para sostenernos firmes y vivir en su Voluntad.
Pidamos esa Gracia y que aumente nuestra fe en su Palabra. Pidamos, no sólo diciéndolo sino también haciéndolo en el día a día. Es decir, confiemos y dejémonos llevar por la acción del Espíritu Santo que nos auxilia y nos asiste. Amén.