Partiendo de nuestras propias imperfecciones reconocemos y sabemos que alcanzar la perfección nos es imposible. Un ser imperfecto nunca puede llegar a ser perfecto. Por tanto, la meta de nuestra perfección será poner todo nuestro esfuerzo en amar. Porque, el amor es la máxima expresión de la perfección. Dios es Amor y Dios es la absoluta perfección. De modo que, en la medida de que nuestro esfuerzo vaya en esa dirección - amar - estamos caminando a ser perfectos por la Gracia de Dios.
Es evidente que, amar al estilo de Jesús, nuestro modelo de perfección, es imposible para nosotros si contamos con nuestras propias fuerzas. Pero, si nos ponemos en sus Manos y nos abrimos a la acción de su Espíritu, que, previamente hemos recibido en nuestro bautismo, estamos seguros de lograrlo. Porque, no seremos nosotros por nuestro méritos, sino que será la acción del Espíritu Santo en nosotros.
Indudablemente, todo es Gracia de Dios, pero, somos nosotros - también por Voluntad de Dios- los que tenemos la libertad y la llave de nuestros corazones para abrirlos a su Palabra y a su Voluntad. En cierta manera, Dios ha querido dejar la decisión de salvarnos en nuestras manos. Obedecemos, creemos en su Palabra y ponemos todo nuestro esfuerzo en seguirle, o, optamos por rechazarlo y seguir nuestros proyectos y búsqueda por nuestra propia cuenta. Sin lugar a duda, el camino a tomar dependerá de nuestra voluntad.
Pidamos al Señor que nos abra la mente, que nos dé la sabiduría de discernir buscando siempre la verdad. Porque, es la Verdad la que nos hará plenamente libres para discernir bien y encontrar el verdadero y único camino que nos conduce a la plena y auténtica perfección: Amar como nos ama nuestro Padre Dios. Amén.