No debo cerrar mis ojos y esconder esos talentos que Dios, mi Padre, me ha dado. Y digo, no debo porque, puedo cerrarlos y esconderlos. Los he recibido para multiplicarlos y enterrarlos significa dejarlos morir y perderlos. Mi responsabilidad es ponerlos a rendir, porque, de ese rendimiento me será pedido cuenta y responsabilidad. Ese es mi compromiso adquirido en la hora de mi bautismo, proclamar y construir el Reino de Dios, en función, precisamente, de esos talentos que he recibido.
Se me ha regalado la vida y, con ella, la capacidad de amar. En esa capacidad de amar están contenidos todos mis talentos y para eso, para amar en verdad y justicia - Reino de Dios - debo derramar todas mis energías y capacidades recibidas. Por eso, Señor, consciente de mis flaquezas, debilidades y pecados, te pido esa fortaleza para sostener toda la capacidad que me has regalado en esos talentos recibidos para ponerlos al servicio de tu Reino.
Pero, primero, Señor, te pido que me ayudes a descubrir mis talentos recibidos y, segundo, tener la fortaleza, el arrojo y la voluntad de ponerlos al servicio de los demás - sobre todo los más necesitados -. Indudablemente, eso me exigirá la firme voluntad de mi esfuerzo de cada día en ponerlos para construir tu Reino y asumir el compromiso de hacerlo por amor. Gracias, Señor.