Estamos todos de acuerdo que lo importante es la salud. Muchas veces nos alegramos de que tenemos trabajo y de que todo nos vaya bien, pero, siempre oigo la misma respuesta: gracias que tenemos salud. Porque, la salud es lo verdaderamente importante para poder hacer todo lo demás. Sin embargo, no estamos en lo cierto, porque, siendo importante la salud del cuerpo, más importante es la salud del alma. Esa si es lo único y verdaderamente importante, porque, perdida el alma perdemos también el cuerpo. Y no para unos cuantos años, sino para la Eternidad.
Por tanto, conscientes de esa realidad, pidamos que perseveremos en guardar nuestra alma siempre limpia por la Gracia del Señor. Porque, para eso ha venido Jesús, el Hijo de Dios, a este mundo, para liberarnos de la esclavitud del pecado y rescatar nuestra dignidad perdida de hijos de Dios. Sí, nuestro cuerpo también es importante y queremos tenerlo sano, pero es algo llamado a corromperse y a destruirse. Al final, junto al Padre, seremos como ángeles, con cuerpos glorioso como el Señor.
Por eso, Señor, te pedimos que nos salve y libres de nuestro pecados, porque, limpios de todo pecado salvaremos también nuestros cuerpos de la corrupción eterna. Es esa la Gracia que te pedimos, Señor, y la que queremos obtener por encima de la salud de nuestros cuerpos, aunque, por nuestra debilidad también deseamos la salud de los mismos. Pero, queremos reconocer y dar prioridad, Señor, a la salvación de nuestro alma. Tal y como tú hiciste con aquel paralítico.
Creemos, Señor, en tu Palabra, y reconocemos la importancia prioritaria de nuestra alma, para lo que Tú has bajado del Cielo principalmente. Pedimos, a pesar de nuestras apetencias y temores, la salvación de nuestra alma antes que nuestros cuerpos, aunque, por nuestras debilidades, Señor, Tú nos conoces plenamente, deseamos también la salud de nuestros cuerpos. Hágase, Dios mío, como respondió la Virgen a tus Palabras, tu Voluntad. Amén.