Tu Cuerpo y tu Sangre, Señor, alimentan mi cuerpo y mi alma. Deseo y quiero recibirte cada día y acudo a la Eucaristía con esa hermosa y santa intención. Soy consciente de mis pecados y los pongo en tu presencia limpiándolos con frecuencia en ese hermoso Sacramento de la reconciliación.
Te pido, Señor, que mi humilde y mísero cuerpo se transforme y confunda con el Tuyo. Que mi sangre sea la Tuya y mi alma se asemeje a tu Espíritu. Porque, creo Señor, y eso te pido, que pueda sentir y experimentar, que cada momento Eucarístico mi ser queda configurado con el Tuyo y eres Tú quien vives en mí. Y eso es lo que quiero y te pido, que mi corazón se abra al Tuyo y deja actuar al Espíritu Santo para que mi ser y obrar sean, cada día, más parecido a Ti.
Creo, Señor, que en cada Eucaristía Tú estás presente y, aunque me cueste creerlo, yo lo creo a pesar de que mis sentimientos no puedan experimentarlo. Pero, mi fe, Señor, está ahí y mi corazón me dice que solo Tú eres el Camino, la Verdad y la Vida. Sé que mi fe no es lo que me gustaría que fuera, pero, te doy gracias porque está presente en mi corazón y me conduce a Ti.
Eso sí, Señor, experimento que sin Ti mi vida quedaría perdida, sin sentido y sin rumbo. Eso ya, me dice mi corazón, es fe, aunque sea poca e insuficiente, Pero, confío en Ti, Señor, y aprovecho esta ocasión para insistir y pedirte que aumentes mi fe. Hasta dentro de un momento en la Eucaristía. Hasta luego, mi Señor.