Aquel invitado a la boda había asistido sin el vestido nuevo - parábola del los invitados al banquete de boda - Mt 22, 1-14 -. Había llevado el mismo corazón que tenía antes de ser invitado y, quizás, o sin quizás, no había reparado en ello o había sido indiferente a prepararse y cambiar su corazón - vestido -.
Igual puede sucedernos a nosotros ahora. Somos invitados al banquete eterno - Eucaristía - cada día y rechazamos la invitación o asistimos sin el vestido adecuado. Pero, lo más grave es que nos hemos acostumbrado e instalados en esa actitud y nuestro corazón se ha endurecido y encallado en esa situación de indiferencia y pasividad.
Pidamos, pues, la Gracia del agua y del Espíritu que, recibida en nuestro bautismo, nos suavice, nos limpie y nos abra los ojos de la Sabiduría que viene de arriba, que nos la regala el Espíritu de Dios y nos la ofrece para que caminemos por el camino, valga la redundancia, de la verdad y del amor que nos viene de Dios. Amén
No hay comentarios:
Publicar un comentario