Didier Rimaud |
"Despojado de toda distracción y riqueza. Sólo desde la humildad de nuestro corazón, junto a María, llegará nuestra oración al PADRE".
Didier Rimaud |
Hay muchas oraciones que hacemos con los labios y, por supuesto, hermosas y profundas. Sin embargo, sucede que, al menos a mí, se me va el santo al cielo y lo que leo no lo asimilo y menos, terminada la oración, desaparece de mi corazón y no me acuerdo de nada. Nuestra debilidad queda manifiesta.
En repetidas ocasiones me he confesado de esas livianas y distraídas oraciones con las que no me siento a gusto por la forma - mía - de realizarlas. Sin embargo, por la Gracia de Dios, últimamente he experimentado que, sin dejar estas oraciones, la mejor oración es actuar sobre la marcha en el servicio y la obediencia que demandan los otros como ayuda. Experimento que esas si son oraciones auténticas que me salen del corazón. Y se suceden a cada momento a lo largo del día.
Esos actos concretos de servicio a los demás, tales como: en el momento de conducir tu coche hacerlo con la debida preocupación y respeto a los demás y normas de tráfico; darme cuenta del trato con cada persona con la que me cruzo cada día; tratar de mostrarte agradable, respetuoso y atento; servir con atención, disponibilidad y dándote todo lo que puedas; ver en cada persona al Señor y muchas cosas más que se repiten cada día a lo largo de tu camino. ¡Cuántas oraciones auténticas y hermosas puedes vivir, hacer y experimentar cada día!
Entonces comprendes que es verdad que se puede estar todo el día en la presencia del Señor, y experimentas que tu vida cambia, se transforma. Pero, no solo para ti, sino que también lo notan los demás y tu testimonio empieza a interrogar también a los otros. ¿Por qué esta persona actúa así? Pidamos, pues, que nuestras oraciones no se queden simplemente en nuestros labios, sino que bajen al terreno de la vida y se concreten en verdaderas acciones de amor. Amén.
Aquel que ora, sirve, porque la oración debe llevarte al servicio. Se ora - se habla con Dios - para imitar a su Hijo, el Mesías enviado, que, precisamente, nos dice que ha venido a servir, no a ser servido. Esa es la actitud que un cristiano y seguidor de Jesús de Nazaret debe tener. Ser servidor de los demás, de manera especial y concreta de los más necesitados.
Quien sirve, ama. Y quien ama es porque ora, pues sin la oración - relación íntima con Dios - tu manera de amar no es ni será la correcta, pues está mediatizada por el pecado y sometida a tu ego personal. Ambas cosas - servicio y amor - van estrechamente unidas. No puede servir quien no es capaz de amar, pues, de ser así terminaría sirviéndose a sí mismo.
Proclamar la Buena Noticia es servir. Ya dijo Jesús que no había venido a ser servido, sino a servir. De modo que, cuando estás en actitud de servicio, estás amando. Y cuando amas estás, no solo cumpliendo la Voluntad de Dios, sino anunciándola. Pidamos, pues, tener un corazón capaz de amar en el servicio a los demás, para anunciar la Buena Noticia desde la humildad, la obediencia y la disponibilidad de servicio a los más desfavorecidos. Amén.
Cuando decido seguir a Jesús estoy también comprometiéndome a ser responsable con mis compromisos sociales, familiares, políticos y demás. El mayor acto religioso de un cristiano es realizar bien su trabajo. Y eso abarca todos sus compromisos y responsabilidades. Porque, si realiza bien, según la Palabra escuchada, su trabajo, está cumpliendo la Voluntad de Dios.
Cada servicio de amor y por amor a Dios hecho al prójimo, se convierte en oración. Y en una oración agradable a los ojos de Dios. Indudablemente, hacerlo por amor incluye la incondicionalidad de la disponibilidad gratuita y sin condiciones, valga la redundancia. Es entonces cuando experimentas que haces oración en cada momento de tu vida, tanto cuando cumples con tus deberes con el Cesar - mundo - como cuando hablas desde lo más profundo del silencio de tu corazón con tu Padre Dios.
Porque, el único y verdadero Señor de tu vida es tu Padre Dios. Y eso te exige voluntariamente, porque Dios te deja plena libertad, para elegir Adorarle y hacer su Voluntad. Y, sabemos, que su Voluntad se concreta en amarle a Él sobre todas las cosas y al prójimo como si se tratara de ti mismo. De modo que, cuando trabajas y sirves en tu familia, en tu trabajo, y en tu pueblo, ciudad o país y lo haces con amor y por amor a tu Padre Dios, estás sirviendo y haciendo su Voluntad.
Por todo, dar al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios nos exige cumplir responsablemente con nuestros deberes terrenales desde la única opción del amor a Dios, Señor único de nuestra vida. Pidamos, pues, a nuestro Padre Dios la Gracia de saber responder en cada momento y responsabilidad de nuestra vida. Amén.