Se puede decir con facilidad, pero no es nada fácil ser último. Porque "ser último" significa renunciar a muchas cosas a las que aspiras en tu vida. Ser último significa gastar tu tiempo en aliviar y remediar la vida de otros y en servirles. Ser último significa olvidarte de ti y de tus inmediatas aspiraciones mundanas, para, dejadas, servir, proclamando con tu vida, la salvación verdadera del hombre.
Ser último significa muchas cosas. Quizás tú estés pensando ahora mismos en lo que te exige ser último en tu vida. Quizás se te pase por la cabeza renunciar a ese partido, a ese puesto, a esa afición o a muchas cosas más. O simplemente a ese tiempo para ti. Ser último es muy difícil de conseguir, o mejor, imposible de lograr sin el concurso del Espíritu Santo.
Porque ser último significa amar como nos ama Jesús, y eso supone estar dispuesto hasta dar la vida. Es entonces, en esas circunstancias, cuando emergen nuestras limitaciones, nuestras apetencias, dificultades y apegos, y se hacen insoportables de superar. Nos experimentamos esclavos, sometidos y encarcelados en nuestros propios cuerpos. Y necesitados de libertad. Una libertad que sólo Jesús nos puede dar.
Por eso, Señor, te pedimos que nos des la Fuerza de tu Gracia para ser capaces vencernos y liberarnos de todas nuestras esclavitudes. Ser capaces de elegir, fortalecida nuestra voluntad, renunciar a nuestros propios egoísmos y ponernos en actitud de servicio en los últimos y excluidos.
Sin Ti, Señor, no podemos conseguirlo, y conscientes de eso queremos unirnos a Ti y abrirte nuestro corazón para que, modelados y transformados por tu Gracia, seamos instrumentos de tu Amor según tu Voluntad. Amén.
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