Confesar tener fe en Jesús y no visitarle, darle un abrazo y sentirte amado y acogido por su Palabra y su Amor es no haber descubierto plenamente el significado de lo que es tener fe. La fe debería llenar todas las Iglesia, sobre todo las Eucaristías celebradas. Porque es en la Eucaristía donde Jesús, en quién dices creer, se hace presente verdadera y realmente bajo las especies de pan y vino.
Es, entonces, cuando realmente puedes abrazarle, hablarle, darle la mano, dejarte tocar por Él, escucharle, sentarte a su lado, mirarle silenciosamente, contarle tu vida, tus problemas; compartir tus alegrías y también tus penas. Hablarle de tus ilusiones mundanas y pedirle opinión y su parecer.
Jesús es un verdadero Amigo. Nuestro mejor Amigo. Un Amigo que nos quiere hasta el punto de dar su vida por nosotros. Cada día lo hace y está dispuesto a ser crucificado por darte vida a ti. No se puede encontrar otro ni nadie que se le pueda igualar.
Ahora, ¿cómo no irle a visitar y celebrar ese Banquete Eucarístico a diario? Quizás muchos no lo hagan porque no puedan, los horarios y compromisos de esta vida a veces no dan lugar para ello, pero siempre podemos visitarle en la Eucaristía y cada domingo.
También podíamos proponer a nuestros párrocos horarios más flexibles o coordinar diferentes horarios en las diversas parroquias para encontrar el nuestro, aquel en que podamos visitar y alimentarnos todos los días del Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesús.
También podíamos proponer a nuestros párrocos horarios más flexibles o coordinar diferentes horarios en las diversas parroquias para encontrar el nuestro, aquel en que podamos visitar y alimentarnos todos los días del Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesús.
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