Al final no nos parece suficiente que las redes de Pedro y sus compañeros se llenaran de peces. Quizás nos haya sorprendido en el momento, pero, como las noticias de hoy, que casi ya no sorprende a nadie: abortos y terrorismo; asesinatos y malos tratos, y todo tipo de sucesos ya ni llaman nuestra atención. Hoy leer lo que Jesús hizo al mandar a Pedro a echar las redes y, después de estar toda la noche sin coger un pescado, sacarlas llenas de peces, pasa desapercibido para muchos.
Queremos significar que este hecho, que supuso para los apóstoles el dejarlo todo para seguir a Jesús, hoy ni siquiera inquieta a muchos, ni supone ninguna inquietud para otros. Sería bueno preguntarnos como reaccionamos nosotros ante esta Palabra del Evangelio de hoy. Sería bueno preguntarnos cuál es nuestra actitud ante este hecho de Jesús con la pesca milagrosa.
¿Acaso necesito que cada día y a cada momento, Tú, Señor, me demuestre tu Poder y tu Divinidad? ¿Y es que en cualquier momento, cuando me parezca, te rechazo o te exijo más pruebas? ¿No suena esto a broma o cachondeo? La revelación está hecha, y los testimonios están ahí. Ahora, tú puedes negarlo, ser indiferente o rechazarlos. Eres libres para hacerlo según tu voluntad.
Yo, Señor, y muchos más, te seguimos y creemos en Ti. Confiamos en tu Palabra y pensamos que en este mundo no hay nada que pueda dar sentido a nuestra vida fuera de Ti. Nada de aquí abajo puede llenarnos ni darnos esa paz que buscamos en el gozo y la alegría. Sólo Tú, Señor, nos llenas, nos confortas y llenas la barca de nuestra vida de inmensa felicidad y amor.
Por eso, Señor, te invitamos a que subas a nuestra barca, y que navegues con nosotros. Necesitamos que nos enseñes y nos indiques el rumbo de nuestra vida, porque sin Ti no llegaremos a puerto. Llena, Señor, nuestra vida de frutos, de frutos que nos inunden de amor y de paz para transmitir el gozo de la alegría eterna a todos los que se hagan presentes en nuestra vida. Amén.
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