Nada en este mundo puede calmar nuestra sed. Si, puede aliviarla, pero temporalmente y aparentemente. Como el tiempo que tardamos en darnos cuenta que eso que nos promete gozo y felicidad es simplemente un espejismo. Porque tan rápido como eso, desaparece.
Nuestra experiencia, no castillos en el aire, nos constata esa realidad. La vida es un camino, pero el camino que buscamos no llegamos a encontrarlo. Y terminamos por decepcionarnos y creernos que es una quimera, y que no existe. Un cuento más de los muchos que nos dicen para levantar nuestro ánimo y que sigamos, quizás, sometidos a los intereses de este mundo.
Y es aquí, tras esta experiencia, donde aparece y tiene sentido nuestro Bautismo. Jesús no viene a contarnos un cuento más. Jesús nos habla de lo que realmente queremos oír y que nos hablen. Nos descubre lo que anhelamos y queremos. Jesús adivina nuestro objetivo y nos propone un camino. Un camino martirial y de cruz, pero un camino que no es ningún espejismo, sino que en él se esconde lo que realmente buscamos: el gozo y la felicidad eterna.
¡Oh, Señor!, llénanos de tu Gracia, y danos la sabiduría de descubrir tu Palabra y, escuchándola, sepamos discernirla y vivirla por el camino de nuestra vida, auxiliados por el Espíritu Santo hasta llegar a Ti. Amén.
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