Quiero ser Señor semilla que dé buenos frutos. Pero no los frutos que espera y son de este mundo. No quiero frutos de éxitos mundanos, ni placeres y privilegios que me hagan la vida más hermosa y llevadera. ¡No!, porque esos frutos son frutos de perdición.
Simplemente te pido Señor los frutos que vienen del Amor. De ese Amor Tuyo que nos salva y nos transforma, y que nos invade de gozo y de paz. Frutos de un amor que, aun escondiendo dolor y sufrimientos, rebozan paz y gozo. El amor que nos revela nuestra propia conciencia y que nos desvela su conformidad con la Voluntad de Dios. Un amor que tras las amarguras, dolores y sufrimientos hay esperanzas de paz y felicidad eternas.
Convierte Señor la semilla de nuestra vida en semilla buena que hunda sus raíces en lo más profundo de tu Amor y se abra a la acción de tu Gracia para que, cultivada en tu Palabra y tu Amor, dé los frutos buenos a los que está llamada. Amén.
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