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Ni mi tierra ni mis semillas son buenas. Soy un mal labrador y mis cultivos contaminados por el agua caduca del mundo no fertilizan en frutos buenos. Necesito ponerme en Manos del Buen Labrador, que riegue mi campo con la verdadera agua que dé buenos y abundantes frutos.
Dame, Señor, de esa agua para que mi tierra florezca y germine en frutos buenos. Llena mi vida de buen abono que fertilice todas mis obras y que las revistan de bondad y de amor. Dame también la sabiduría para acercarme a Ti y esforzarme en abrime a tu Gracia.
Fortalece mi débil voluntad y líberame de toda atadura mundana que amenaza contaminar mis frutos. En Ti, Señor, pongo todas mis esperanzas, y a Ti confio todo mi ser, para que guiados por tu Espíritu construya mi vida sobre la Roca Viva de tu Palabra y de tu Amor. Amén.
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