Supongo que esa debería ocupar una de los primeros lugares de nuestras peticiones. Aparte de pedir sabiduría para saber discernir y aplicar la justicia, la verdad y los derechos de los demás, sobre todo de los más indefensos, pedir también la actitud servicial de disponibilidad para buscar siempre el bien de los demás. Y experimento que eso es don que el Señor nos da transformando nuestro corazón.
Conozco a una persona que envidio. La envidio porque ella vive para servir. Su día a día no es otro que el que el Señor le pone delante, y ella es lo que le pide. Desprograma su día cuando le surgen necesidades de otras personas. Claro que tiene defectos y fallos. Indudablemente no es perfecta, pero se aproxima mucho a esto que Jesús nos dice hoy en el Evangelio.
En esa experiencia, experimento que no puedo aproximarme, a pesar de mis esfuerzos, a la disponibilidad y fortaleza de esa persona. Descubro entonces que es la Gracia de Dios quien te da las fuerzas para que puedas transformarte. Y eso le pido cada día: Transforma mi corazón Señor, en un corazón humilde, servicial y entregado a servir por el bien de los demás.
Y en esa confianza me abandono en sus brazos misericordiosos, confiado en que me irá modelando para darme la fortaleza de cumplir su Voluntad. También, Señor, dame la sabiduría y la perseverancia de vivir estas reflexiones que, por tu Gracia e iluminado con tu Espíritu escribo y derramo buscando el bien y la cercanía a tu Palabra de todos aquellos que se dignen a leerlas y reflexionarlas.
Por todo ello, gracias Señor. Aquí estoy y, a pesar de mis defectos y fallos, continúo a la espera de que tu Palabra inunde mi alma y me permita vivir según tu Voluntad.
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