Nuestra meta es la santidad: "Ser vosotros perfecto como vuestro Padre del Cielo es perfecto"(Mt 5, 48); pero nuestra naturaleza humana es débil y está sometida a muchas ofertas y tentaciones de este mundo que la seducen y la hacen tambalearse.
Sin la asistencia del Espíritu de Dios estaríamos vencidos sin ninguna posibilidad de éxito. Cada día es una batalla de una larga guerra que tenemos que librar y que terminará con la muerte, puerta de nuestro triunfo y perdición. Por eso necesitamos perseverar en la oración y estar abiertos a la acción del Espíritu Santo, par por su Gracia, ser fortalecidos y revestido de la fuerza del Espíritu Santo, y salir victorioso del combate de cada día y de la guerra final.
El pode y las riquezas son tentaciones que nos seducen y nos atraen. La buena vida, el bienestar y los placeres son dulces irresistibles para nuestra naturaleza egoísta herida por el pecado. Y, por nosotros mismos no podemos superar. Necesitamos la asistencia del Espíritu, para en Él, encontrar la sabiduría, las fuerzas y el poder de dominarnos y decir no.
Y eso es lo que hoy, Señor, te queremos pedir: No dejarnos vencer por las tentaciones que el mundo nos pone delante, y estar a la escucha atenta de tu Palabra y en constante relación contigo. Porque sólo así tendremos la garantía del éxito sobre el pecado.
Danos, Señor, la Gracia de tu fortaleza, para no desfallecer ni sucumbir a las tentaciones del pecado de este mundo. Un mundo que nos promete felicidad, alegría, diversión y bienestar sin preocupaciones bajo las apariencias de lo fácil y apetecible, pero que esconde vaciedad y perdición.
Aprendamos a no mal gastar nuestro tiempo y nuestra vida, sino a compartirla sirviendo a aquellos que lo necesitan y carecen de esas posibilidades. Danos, Señor, esa sabiduría y valor.
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