Quiero moverme, Señor, siempre partiendo de Ti. Como si se tratara de círculos concéntricos y Tú, Señor, fueses en centro de mi vida. De Ti y contigo, Señor, arranca toda mi vida y según tus mandatos quiero yo ordenarla. Pero, mi pobreza se pone de manifiesta cuando aparecen mis apetencias, mis pecado y la indolencia se apodera de mi ser. Por eso, Señor, te necesito y quiero permanecer en todo momento en Ti.
Pero, soy consciente y me doy cuenta, Señor, que estar contigo me exige sostenerme en constante contacto contigo y estar cerca de Ti. Porque, tu cercanía y tu contacto me fortalecen y me llenan de esperanza y gozo. Me dan vida y sanan todas mis dolencias físicas y espirituales. Dan sentido a mis exigencias, a mis esfuerzos y a mis limitaciones y me animan, a pesar de la cruz que mi vida me impone, a seguir tus pasos y estar cerca de Ti. Tan cerca hasta el punto de poderte tocar.
Porque, la Eucaristía es la más grande y hermosa acción de gracia y el momento álgido en el que tocamos al Señor y lo recibimos como alimento corporal y espiritual para tomar fuerzas y luchar contra todas las inclemencias que nos presenta la vida tanto materiales como espirituales. Porque, lo más grave que nos pueda pasar es dejarnos tentar por el Maligno que está pendiente de seducirnos, engañarnos y alejarnos del Señor, porque, alejados de Él quedaríamos a merced del tentador.
Por eso, Señor, consciente del peligro y la amenaza del Maligno, quiero pedirte fortaleza, paz y sabiduría para perseverar, resistir las seducciones del tentador y perseverar con firmeza y paciencia el camino, permaneciendo a tu lado y cerca de Ti en cada momento. Gracias, Señor.
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