Thomas Merton |
“Gloriosa Madre de Dios, ¿volveré alguna vez a desconfiar de ti o de tu Dios, ante Cuyo trono eres irresistible intercesora? ¿Apartaré alguna vez mis ojos de tus manos, de tu rostro o de tus ojos? ¿Miraré alguna vez a otra parte que no sea rostro de tu amor, para hallar consejo auténtico y veraz y conocer mi camino todos los días y en todos los momentos de mi vida?
Trata como me has tratado a mí, Señora, a todos los millones de hermanas y hermanos míos que viven en la misma miseria que yo he conocido. Guíalos aunque no quieran y ejerce sobre ellos tu enorme influencia, oh Santa Reina de las Almas y Refugio de los Pecadores.
Llévalos a tu Cristo del mismo modo que me llevaste a mí. Illos tuos misericordes oculos ad nos converte, et Jesum, benedictum fructum ventris tui, nobis Ostende: “Vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos y muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre”.
Muéstranos a tu Cristo, Señora, después de nuestro destierro, sí; pero muéstranoslo también aquí y ahora, mientras aún somos peregrinos”.
Thomas Merton
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