Supongo que muchos querrán justificarse con este alegato: Yo nunca he sentido esa llamada, y, por consiguiente, tan poco he sentido necesidad de médico ni de búsqueda. Pero, esa justificación es un autoengaño. En lo más profundo de sus corazones hay una llama, por muy profunda y ahogada que esté, siempre encendida y en activa búsqueda de felicidad. ¿Acaso no has querido buscar la felicidad? ¿Y has pensado que estaba en el mundo? ¿No has pensado que el mundo no tiene la solución de vida eterna? ¿O es que quieres morir?
Otra cosa es que te hayas resignado - eso no te justifica - y no hayas creído que la muerte podía ser vencida. Otra cosa es que no te hayas detenido y hayas pensado que Quién haya Creado el mundo tenga también la solución a esa muerte que te aterra y asusta. Y, otra cosa es que hayas cerrado tus ojos, tus oídos y tu corazón a esa llamada que, inevitablemente has oído en lo más profundo de tu corazón - valga la redundancia.
Posiblemente, esa llamada no haya sido directa, pero, sí, a través de algún amigo, un libro, un consejo y, sobre todo, el Anuncio de la Buena Noticia que proclama la Iglesia. Un Iglesia que se abre a tu corazón, que te ofrece y te da la Palabra de Dios y que, a través del bautismo, y por la Gracia de Dios, te llena de Espíritu Santo para que en Él te encuentres con Jesús, le conozcas y le sigas.
Pidamos la Gracia de ese encuentro, tal como experimentó Leví - Mateo - y abramos al mismo tiempo nuestros corazones para que podamos recibir y vivir la hermosa experiencia de encontrarnos con Jesús. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario