El peligro está siempre presente. Necesitamos abrirnos - effetat - a su acción y dejarnos guiar. Precisamente, esa necesidad de ser guiados supone que hay peligros que nos acechan y nos proponen nuevos caminos u otras maneras de interpretar la Palabra que, Tú, Señor, nos ha dejado y para lo que te quedas en el Espíritu Santo que nos defiende, nos protege y nos va guiando en la evolución e interpretación de tu Palabra.
Porque, los tiempos evolucionan y las actitudes y costumbres también. De la misma forma, las leyes, sin dejar lo fundamental - el amor y la misericordia, mostrada por Ti, Señor - también cambian.
En tu tiempo, Señor, salvarte a una mujer adultera - Jn 8, 1-11 - de morir lapidada - era la ley del aquel tiempo -, pero, hoy no parece que se pueda ni se tenga que matar a una mujer que haya pecado de adulterio. Hoy no pasa nada aunque el pecado está presente, pero, Tú también, para darle tu misericordia y perdón y encomendarle que no peque más.
Sin embargo, se hace necesario el arrepentimiento. Eso es lo fundamental. Sabemos que el Señor nos perdona, pero necesitamos, primero creérnoslo - Mc 2, 1-12 - y luego arrepentirnos para que la Misericordia de Dios haga efecto en nosotros. Y eso, de alguna manera, significa abrirnos a esa Misericordia que el Señor nos regala. De eso se trata, y eso es lo que hoy, postrado ante Él, le pedimos. Danos, Señor, la humildad de reconocer tu Misericordia y limpiar nuestros corazones aceptándola y acongiéndonos a ella. Gracias, Señor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario