Caminar tras de Cristo exige cargar con tu cruz. No puedes seguirle cómodamente, sin exigencias ni riesgos. Seguirle comporta sacrificios, molestias, compromisos y sufrimientos. Seguirle es una cruz y esa cruz causa dolor. Por tanto, seguir a Jesús complica tu vida hasta el punto de perderla. Eso fue, precisamente, lo que hizo Jesús, vivir lo que decía con su Palabra, haciéndolo en y con su vida.
No podemos transmitir a Jesús si lo que dices con tu Palabra no tiene reflejo en tu vida. La palabra puede llegar, pero si, luego, falta la vida, se interrumpe la transmisión y el anuncio. Llega, sí, pero descafeinado y adulterado por la no coherencia de la palabra - lo que se dice - con la vida - lo que se hace-. Y conocemos nuestras debilidades y tentaciones. Muchas veces, si somos sinceros, nos callamos y no hablamos en verdad porque sentimos la debilidad de nuestra vida y conocemos el incumplimiento de nuestra palabra.
Pero, a pesar de todo, queremos, Señor, ser sinceros y coherentes. Queremos que nuestra palabra vaya sincronizada con nuestra vida. Queremos que nuestro mensaje sea coherente de palabra y vida para que llegue nítido y claro a los demás. Queremos que nuestro mensaje descubra nuestra entrega y nuestra disponibilidad a darnos y entregarnos al servicio a los demás. Y somos conscientes de que sin Ti, Señor, nuestros esfuerzos son inútiles y estériles.
Danos, Señor, esa voluntad, esa fortaleza y esa perseverancia para, aún sabiendo de nuestras debilidades y pecados, sigamos adelantes confiados en que contigo venceremos la esclavitud del pecado. Porque, a pesar de cargar dolorosamente con nuestra cruz, tu Cruz, Señor, es signo de triunfo y victoria. Amén.
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