Posiblemente no hayamos descubierto la importancia de la Eucaristía. Y eso será debido a que tampoco hayamos descubierto el Amor del Señor y lo fundamental de su presencia. Quizás también tengamos dudas, aunque no nos la planteemos, de su Resurrección. Porque, como de forma inconsciente y, porque así nos lo han enseñado, confesamos que Jesús ha Resucitado y está vivo, pero nada más. No somos consciente de ello.
En verdad, ¿sabes lo que significa decir y creer que Jesús Vive y está contigo? Simplemente que puede estar dirigiendome estas palabras y mi vida, si yo soy capaz de entregarsela y creer en Él. Que está presente cada instante de mi ser y actuar y que le ha hablado al Padre Dios de mí. Y si eso es así, ¿cómo puedo pasar un día sin ir a verlo?
La Eucaristía debe ser como el aire que necesito para respirar. Necesito llenar mi corazón cada día de tu Cuerpo, Señor, para tomar fuerzas, luz y sabiduría que me descubran el camino que conduce hacia Ti. Sé que hay muchos obstáculos que se interpondrán en mi camino, y que tratarán de distraerme, convencerme y hasta entorpecerme para que no acuda a recibirte y te olvide, pero yo quiero seguir manteniendo tu amistad.
Estás esperándome pancientemente y no me exiges que te vaya a visitar. Eso sí, me recibes siempre que vaya con los brazos abierto y con la misma alegría como si fuera todos los días. Me lo has dicho en la parábola del hijo prodigo. Eres un Padre que siempre me esperas con los brazos aunque no me lo merezca. Perdona Señor mi ignorancia y mis pecados por tanta ingratitud.
Señor, dame la sabiduría y voluntad de no desfallecer y no dejarte de visitar nunca más en toda mi vida. Aunque no lo comprenda y mis dudas no me dejen en paz. Yo, eso quiero decirte y confesar, quiero, a pesar de todo, seguir a tu lado y visitarte todos los días. Amén.
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