El ajetreo de la vida diaria, y las exigencias que la misma vida te impone van minando tus fuerzas. Hay momentos que se te hace muy pesada y te cuesta arrancar o te exige un impulso fuerte para dar el paso y seguir adelante.
Otras veces es el desánimo que, consecuencia del peso, ralentiza tus pasos y amenaza con pararte y hundirte en la depresión. Muchas personas se anulan y dejan de relacionarse o salir a la calle. Encerradas en sus casas mueren para la vida exterior. Muchos pensaremos que Dios se ausenta o que nos olvida. Porque no entendemos este enfriamiento o desánimo.
Podemos pensar que son pruebas; podemos pensar que Dios quiere ver la autenticidad de tu amor; podemos pensar que Dios quiere medir la calidad, la constancia y perseverancia y la firmeza de tu fe; podemos pensar que Dios quiere descubrir la fuerza de tu voluntad. Podemos pensar muchas cosas, pero nunca que Dios te abandona.
Hoy nos dice Jesús: «Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él. El Señor vive en nosotros, está con nosotros y permanece en nosotros, si nosotros permanecemos en Él. Tenemos su Palabra, y Él tiene Palabra de Vida Eterna.
El amor no se comprueba en lo festivo, en ambiente de fiesta, música y flores, sino cuando los momentos se ponen tensos, duros y exigen entrega, paciencia y atención. Esas son las pruebas que las circunstancias descubren el verdadero y auténtico amor. Y eso es lo que hoy, Señor, queremos pedirte, capacidad para sostenernos injertados en Ti y guardar siempre tus mandamientos.
Danos Señor esa fuerza y paciencia para saber estar y continuar, a pesar de las dificultades, en tu camino y perseverar en tu Palabra. Amén.
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